Las tribus andinas, conocidas como el “Perú Antiguo”, constituyeron una de las grandes cunas de la civilización en la historia mundial. Estas sociedades complejas se desarrollaron en la región occidental de Sudamérica, entre el océano Pacífico y la Amazonia, abarcando los
actuales territorios de Perú, Bolivia, Ecuador, el norte de Chile, el suroeste de Colombia y el noroeste de Argentina. A pesar de la falta de relatos escritos previos a la conquista española, la arqueología ha permitido reconstruir un panorama detallado de estas culturas, aunque sujeto a constantes revisiones a medida que se realizan nuevos descubrimientos.
Estas civilizaciones evolucionaron tras un largo período de cazadores y recolectores (Periodo Lítico), seguido por el descubrimiento gradual de la ganadería y la agricultura en el Arcaico. Posteriormente, durante el Formativo, surgen aldeas organizadas que construyen templos y plazas, con pequeños estados teocráticos agrícolas que comparten características comunes, como representaciones rituales de seres humanos con rasgos de felinos o serpientes, y construcciones como pirámides en U y plazas circulares hundidas. Esta etapa se divide en el Precerámico Tardío, el Período Inicial (momento en que aparece la cerámica, crucial para la cronología arqueológica andina) y el Horizonte Temprano (1200 a. C. - 200 a. C.), donde gran parte de los Andes estuvo influida por la cultura Chavín.
Después del Horizonte Temprano, entre 200 a. C. y 600 d. C., emergen sociedades diferenciadas en su arte, tecnología y organización social, marcando la etapa del Intermedio Temprano o “período de las culturas regionales”. Estas sociedades desarrollaron una gran especialización y avanzaron en sistemas de riego. Luego, entre 600 y 1100 d. C., surge un nuevo período de integración cultural conocido como Horizonte Medio, liderado por los estados Huari y Tiahuanaco. Este período destaca por la aparición de grandes ciudades, sistemas administrativos complejos, redes de caminos y terrazas de cultivo.
Entre 1100 y 1450 d. C., la influencia de las culturas dominantes disminuye y resurgen las tradiciones regionales, marcando el Intermedio Tardío o “período de los Estados regionales”. Durante esta etapa, las zonas altoandinas experimentaron una ruralización, mientras que las sociedades costeras se sofisticaron, destacando el militarismo como un rasgo común. Finalmente, entre 1450 y 1532 d. C., el Imperio incaico logró una breve integración regional que dio origen al Horizonte Tardío, interrumpido abruptamente por la conquista española en el siglo XVI.
A lo largo de esta evolución, las civilizaciones andinas lograron notables avances en agricultura, ingeniería hidráulica, arquitectura, astronomía, textiles y metalurgia. Las características comunes incluían el uso de andenes, complejos sistemas de irrigación, colcas para almacenamiento y un lenguaje artístico que incorporaba diseños simbólicos de animales, cabezas trofeo y técnicas avanzadas en cerámica y metalurgia. La geografía de los Andes, con sus contrastes extremos, favoreció la diversificación agrícola y el comercio, consolidando una de las tradiciones culturales más ricas y originales de la historia humana.
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