Los Tracios

Los tracios fueron un pueblo indoeuropeo que habitó una extensa región de Europa, desde Macedonia hasta el río Danubio, a lo largo de un vasto período que se extendió desde el III milenio a.C. hasta el siglo III d.C. No llegaron a formar un estado centralizado. Su sociedad estaba dividida en varias tribus. Los odrisios, que se destacaron por su poder y estabilidad bajo el reinado de Teres, quien unificó varias tribus tracias.

El territorio tracio era conocido por su riqueza, especialmente por sus minas de oro y plata, lo que atrajo la atención de las civilizaciones vecinas, en particular de los griegos. Hacia el año 600 a.C., los griegos sometieron a los tracios y los explotaron económicamente, especialmente en la minería. A menudo, los tracios también fueron contratados como mercenarios debido a sus habilidades guerreras. 

A pesar de su desarrollo cultural y su creencia en la inmortalidad, como parte del llamado orfismo tracio, los tracios eran vistos por los griegos como un pueblo con costumbres extrañas. Se decía que lloraban cuando nacía un niño, anticipando los sufrimientos que enfrentaría, y celebraban la muerte, considerando que los fallecidos pasarían a una vida mejor. Su cultura era principalmente oral, transmitida a través de mitos y leyendas, y mostraba una marcada creencia en la vida después de la muerte.

Las colonias griegas en la costa del Mar Negro, mantuvieron relaciones comerciales con los tracios, y la influencia cultural helénica fue creciente. Bajo el dominio persa, durante los reinados de Darío I y Jerjes, Tracia se convirtió en una provincia gobernada por sátrapas persas. La aristocracia tracia adoptó algunas costumbres persas y griegas, lo que favoreció el intercambio cultural y económico.

                                                    imagen de pixabay.

Después de la retirada persa, el reino de los odrisios emergió como la principal potencia tracia. Sin embargo, esta entidad política no logró mantener su cohesión durante mucho tiempo, y fue pronto influenciada por las campañas expansionistas de los macedonios, primero bajo Filipo II y luego bajo su hijo, Alejandro Magno. A pesar de ser incorporada al Imperio macedonio, las autoridades locales tracias conservaron cierto grado de autonomía. Tras la muerte de Alejandro, la región de Tracia quedó dividida entre los sucesores del imperio (los diádocos) y las tribus locales, lo que generó fragmentación política.

En el siglo III a.C., la llegada de los celtas a la región resultó en la creación del efímero reino de Tule, que pronto fue absorbido por las dinámicas políticas de la época. Con el tiempo, la expansión romana empezó a ejercer una influencia decisiva sobre Tracia. A partir de mediados del siglo II a.C., Roma intervino progresivamente en la región, inicialmente a través de acuerdos con el reino de Pérgamo, hasta que finalmente, en el siglo I d.C., bajo los emperadores Augusto y Claudio, Tracia se convirtió en una provincia del Imperio romano.

Una vez bajo control romano se promovió el desarrollo de ciudades y fortalezas para consolidar su poder. A medida que Roma establecía su autoridad, muchos tracios fueron helenizados o romanizados, perdiendo gradualmente su identidad cultural. Sin embargo, algunos grupos, especialmente en áreas más aisladas, pudieron haber mantenido sus tradiciones hasta la llegada de los pueblos eslavos en el siglo VI d.C. 

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